martes, 17 de abril de 2012

LA EUTANASIA


LA EUTANASIA

Etimológicamente, la palabra eutanasia proviene de los conceptos griegos eu y thanatos, que significan ‘bien’ y ‘morir’, respectivamente, es decir, se refiere a la idea del buen morir. Sin embargo, su sentido actual se relaciona con el hecho de otorgar una muerte sin sufrimiento a quien padece de dolor. Otra forma de entenderlo es causar la muerte de otro por piedad ante su sufrimiento o en respuesta a su deseo de morir por las razones que sean.
No se le debe confundir con el concepto de ‘muerte digna’ ya que éste, actualmente, es entendido como el proporcionar asistencia paliativa al enfermo terminal y apoyo espiritual y emocional. El significado utilizado para esta palabra es sumamente importante ya que es, a partir de éste, que se generan las controversias en torno al tema, en cuanto a la consideración por parte de unos de estar en presencia de un homicidio por compasión, o, en su oposición, de estar en presencia de un acto humanitario en el que se le devuelve la dignidad al paciente terminal. Por esto, los conceptos utilizados en la materia son de suma importancia.
Los problemas éticos que conlleva la discusión de la eutanasia no son nuevos. Desde la Antigüedad, éste era un tema presente. En Grecia se consideraba que la mala vida no era digna de ser vivida, por lo que, las prácticas eutanásicas eran permitidas. Sin embargo, esta visión cambió totalmente durante la Edad Media. En este período, cualquier acción que pudiera atentar contra las vida de las personas era repudiada, así como el suicidio y el aborto. Incluso la muerte repentina era vista como algo malo ya que no daba tiempo para estar con la familia y los amigos. La modernidad quebrantó esta visión homogénea del tema y dio la posibilidad de discutir sobre el tema. La importancia que se la da a la juventud, la salud y la posibilidad de alcanzar la vida eterna por medio de la técnica, pusieron en duda la mirada medieval.
Desde el punto de vista de quién la practica, existen dos tipos de eutanasia: la pasiva y la activa. En el caso de la primera, se entiende cuando se deja morir al paciente, es decir, es por omisión; en cambio, la segunda requiere de una acción de otra persona para “ayudar” a morir al enfermo, y por lo mismo es mencionada a veces como "muerte asistida". La eutanasia pasiva (o indirecta), no es propiamente una eutanasia ya que lo que busca es mitigar el dolor físico del enfermo, a pesar de que la ausencia de ese tratamiento pueda acortar efectivamente su vida; en este caso no se está buscando la muerte. También, se puede clasificar desde la perspectiva del paciente, siendo una eutanasia voluntaria o involuntaria.
En oposición al concepto de eutanasia, está el de distanasia. Éste se entiende como el mal morir y se produce cuando se pretende conservar la vida de una persona bajo cualquier circunstancia. También se le conoce como ensañamiento, encarnizamiento terapéutico u obstinación terapéutica. El tema es de incesante controversia, y los valores, las creencias, el trasfondo cultural y familiar llevan a las personas, países e instituciones a pronunciarse sobre el tema. La Asociación Médica Mundial la rechaza, por ser contraria a la ética; sin embargo se considera que un paciente tiene el derecho de rechazar su tratamiento médico. La legislación también es variada al respecto; por ejemplo la eutanasia es ilegal en prácticamente todos los Estados Unidos, mientras que en los Países Bajos está permitida en ciertos casos, y en Suiza la ambigüedad en la legislación la permite en cierta medida. Es un tema que se mantiene como foco de discusión por el mundo entero, y seguramente lo seguirá siendo.




ARGUMENTACIÓN 

“En su naturaleza última, el dolor y la muerte humanos encierran un misterio, que no es otro que el misterio del mismo ser humano puesto en esta tierra; es también el misterio de la libertad y del amor, que son realidades vivas e íntimas, aunque intangibles, y que no encuentran explicación suficiente en la física o la química.
El dolor y la muerte no son criterios aptos para medir la dignidad humana, pues ésta conviene a todos los seres humanos por el hecho de serlo; el dolor y la muerte serán dignos si son aceptados y vividos por la persona; pero no lo serán si alguien los instrumentaliza para atentar contra esa persona.
Una muerte digna no consiste sólo en la ausencia de tribulaciones externas, sino que nace de la grandeza de ánimo de quien se enfrenta a ella. Es claro que, llegado el momento supremo de la muerte, el protagonista de este trance ha de afrontarlo en las condiciones más llevaderas posibles, tanto desde el punto de vista del dolor físico como también del sufrimiento moral. Los analgésicos y la medicina paliativa (de la que se hablará en otro lugar) por un lado, y el consuelo moral, la compañía, el calor humano y el auxilio espiritual, por otro, son los medios que enaltecen la dignidad de la muerte de un ser humano que siempre, aun en el umbral de la muerte, conserva la misma dignidad
Es necesario saber que los motivos por los que actuamos (compasión, deseo de que seres queridos no sufran...) no pueden cambiar el fin intrínseco de nuestro actuar, que en la eutanasia es privar de la vida a otro o cooperar a que se suicide. Si los motivos prevalecieran sobre la naturaleza de los actos hasta el punto de hacer a éstos social y jurídicamente justificables, no sería posible la convivencia, pues cualquier acto, fuera el que fuese, podría quedar legitimado en virtud de los motivos íntimos de su autor. Se puede y se debe comprender y ayudar a quien obra torcidamente; también se pueden y se deben valorar las circunstancias que influyen en los actos humanos, y modifican la responsabilidad. Pero la norma general no puede decir nunca que está bien lo que está mal, por mucho que el autor de la acción crea hacer algo bueno. El fin –el motivo subjetivo– no justifica los medios –en este caso, matar–.
Quienes proponen la admisibilidad ética y jurídica de la eutanasia confunden a menudo la disposición moral íntima de las personas con lo que las leyes o la sociedad deben tener como aceptable; y confunden también las circunstancias que pueden atenuar la responsabilidad, e incluso anularla, con lo que la norma general debe disponer.



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